14 de febrero de 2016

Ricos y pobres


Acaba de celebrarse el Foro Económico Mundial de Davos. Se trata de la reunión de los ricos más ricos del mundo que tiene lugar cada año en la tercera semana de enero. Hasta hace aproximadamente quince años se celebraba casi en secreto, pero en 1998 fue noticia mundial por la irrupción de unos atrevidos en el gran salón del balneario donde se celebra que colgaron la pancarta con el lema que se ha convertido en símbolo: “Otro mundo es posible”. Este año, con ocasión del encuentro, Oxfam ha hecho público su informe, del que sacamos algunas cifras.

Hoy hay en el mundo 62 personas que poseen igual riqueza que la suma de 3.500 millones de personas, la mitad de la humanidad. El año pasado eran 80, hace seis años eran 388. Sólo hace ocho años eran 600. La crisis ha servido para concentrar la riqueza progresivamente en menos manos. En los últimos cinco años, en pleno empobrecimiento de las mayorías, los ingresos de los más ricos se han incrementado en un 44% y los de los 3.500 millones se ha reducido en un 41%. Es una fractura impuesta por el sistema y por los ricos de Davos. Se calcula que en los paraísos fiscales se esconden 14 billones de dólares. Sólo hace ocho años —desde nuestra primera Asamblea de Redes!— eran menos de la mitad. Con la mitad de esa cantidad se acabaría con la pobreza en el mundo. Y de ahí el escándalo del encuentro este año: después de que los ricos han asegurado finalmente a su favor el resultado de la crisis, en Davos la pobreza de las mayorías ya ha dejado de ser preocupación.
Dos reflexiones finales:
 Las sociedades acomodadas tienen -tenemos- una inmensa capacidad para esconder los problemas. Aparecemos como una sociedad de lujo, de escaparates brillantes, de consumo, de terrazas de bares llenas. Incluso en los estudios, hablando de cifras corremos el riesgo de consideraciones abstractas. Pero detrás de los escaparates y las cifras está la fractura social, la cara escondida de la pobreza, un dolor que tiene rostros con nombre y apellido, algunos de los cuales podemos tener muy cerca. Dolor profundo y que afecta a todos los sectores de la población, en primer lugar a los que ya antes estaban en riesgo de exclusión, pero también a la nueva pobreza que de manera indiscriminada afecta a jóvenes, infancia, abuelos, mujeres, adultos sin trabajo que día a día ven cómo pierden su dignidad. Normalmente se trata de un sufrimiento escondido, que se vive en la soledad de uno mismo o en la intimidad de la familia.
 No hay “pobrezas” sectoriales. Tendemos a “fragmentar” la pobreza por diferentes sectores de población: de la infancia, de los abuelos, de las madres solteras, del inmigrado, del desahuciado, de las listas de espera… y poner “remedio” para cada una de ellas. Pero no hay “diferentes pobrezas”. La pobreza es una sola: la mayoría social –en el mundo y en España- se está empobreciendo y los sectores más vulnerables (niños, ancianos, jóvenes, refugiados víctimas del hambre o las guerras…) son los primeros en caer. Es necesaria una respuesta global. Y en esta “respuesta global” hay que incluir la denuncia a las administraciones y a la mayor parte de los participantes de Davos, que en lugar de proteger a los ciudadanos, prefieren incrementar el gasto militar o rescatar la banca, a los banqueros y sus estafas antes que a las víctimas, las personas estafadas. Las soluciones fragmentadas son necesarias, pero son sólo remedios paliativos. En definitiva, debe haber una respuesta política.